Muchas gracias por todo lo que me ofreces y dices. En tu video clip “La Paz que va más allá de la comprensión”, hablas de esa profunda paz/quietud como algo que está más allá de la mente. Y yo entiendo esto como algo que está “más allá de la forma”. Pero si todo es uno, ¿no es esto solo una metáfora y tal vez en parte engañosa, porque no es verdad que la paz a la que te refieres soporta, abraza, abarca (siendo todas estas también metáforas) la forma/mente? Si todo es uno (el vacío es forma, la forma vacío) entonces esa paz no está separada de nuestras experiencias diarias y de la historia de nuestra vida. ¿Es esto exacto, o lo expresarías de forma diferente o con otro énfasis?
Estimado Stephen,
Tienes razón cuando dices “la paz no está separada de nuestras experiencias diarias y la historia de nuestra vida” y que “la paz a la que te refieres también soporta, abraza, abarca (siendo todas éstas también metáforas) la forma/mente”. La mente aparece en ella y está hecha de ella. Por esa razón es correcto decir que está más allá de la mente, porque todas las mente aparecen en ella y todo, incluyendo el universo está hecho de ella. Está mas allá de la mente igual que el espejo está más allá de las imágenes reflejadas que aparecen en él. La realidad de las imágenes es el espejo, pero la realidad del espejo no es una imagen. El espejo existe independientemente de cualquiera de las imágenes reflejadas. En otras palabras, esta Presencia es al mismo tiempo inmanente en las percepciones y transcendente en su ausencia. La creencia de que es sólo inmanente es la ignorancia, la experiencia de que transciende la mente es la iluminación, y la continua experiencia tanto de su transcendencia como de su inmanencia es la realización del ser.
La negación de la transcendencia de Atman fue una gran herejía del Budismo. Conocida también como nihilismo o como la doctrina Anatman, fue objeto de controversia entre budistas y advaitins en los tiempos de Shankara. Sin embargo esta negación no se encuentra en las enseñanzas originales del Buda o en las de los maestros de Chan y Zen. El Atman es a lo que se refieren como “nuestra naturaleza Buda”, “nuestra verdadera naturaleza”, “nuestro rostro original”. Esta herejía es todavía bastante común en el Budismo contemporáneo. Su origen es una mala interpretación del dicho “Forma es vacío y vacío es forma”. Para entender este dicho correctamente, usemos la metáfora de una página blanca en la que hay pintada una manzana roja. La manzana roja es la forma, el resto de la página en blanco es el vacío. Pero podemos verlo de forma diferente, la parte blanca de la página es la forma, la parte roja es el vacío (= ausencia de blanco). La conclusión es que “La forma es vacío y el vacío es forma”. La transcendencia, el Atman, el Brahman, “nuestra naturaleza Buda”, “nuestra verdadera naturaleza”, “nuestro rostro original”, es el trozo de papel, el soporte del rojo y de su ausencia. El dicho “La forma es vacío y el vacío es forma” se utiliza como una advertencia acerca de un estado de la mente que es alcanzado por practicantes durante la meditación en la que se experimenta una ausencia de pensamientos, un vacío. Al discípulo simplemente se le recuerda que esta ausencia de forma, es todavía una forma, y que en esa etapa no se ha experimentado la iluminación, porque lo transcendente, nuestra naturaleza Buda no ha sido revelada todavía.
Paradójicamente, una forma de ignorancia similar al nihilismo es encontrada a menudo en las enseñanzas Advaita contemporáneas. En ambos casos, estos caminos conducen a un tipo de iluminación de “segunda clase” que no es en absoluto iluminación. El maestro ha terminado su búsqueda demasiado pronto, basándose en un entendimiento puramente intelectual de que “la forma es vacío y el vacío es forma”. Como no ha tenido una revelación de la Transcendencia, sus enseñanzas carecen de la poesía, el amor, la suprema inteligencia y el sentido de asombro reverente que encontramos en Rumi, Buda, Jesús, Ramana Maharsi, Jean Klein, Kirhsna Menon y otros seres realmente iluminados. Dado que no está despierto a su propia Presencia, su presencia no despierta la Presencia en el estudiante. La verdad última parece ser, “no hay nada que hacer, tu condición presente es ya la de un ser realizado”. Es normal que un ignorante que se cree iluminado les diga a sus estudiantes que ya están realizados, porque es todo lo que sabe. Esta forma de iluminación repentina está de moda en nuestra cultura de gratificación instantánea. Sin embargo no se corresponde con la iluminación repentina de la que hablaban los maestros Chan. Para ellos “repentino” no quería decir “en seguida”. El único problema con esta “iluminación de rebajas” es que no alcanza a traer la paz y la felicidad que buscamos. En algunos casos puede crear en el estudiante una forma de resignación, la creencia de que no hay nada que encontrar. La mayoría de los discípulos permanecerán atascados con su seudo iluminación; otros, desencantados con todo el “asunto de la verdad”, volverán por algún tiempo al estilo de vida previo; los más interesados continuarán la búsqueda y encontrarán un verdadero maestro cuyo silencio, palabras, porte y acciones les llevará a la apercepción de su verdadera naturaleza y les guiará en el camino hasta que estén establecidos en una paz inquebrantable.
Esto me lleva a una observación final. Lo importante no es lo que se dice sobre la Verdad, sino de dónde proviene lo que se dice. Si proviene de la ignorancia, por muy correcto que parezca desde la perspectiva advaita, nunca tendrá el poder incendiario de una sola línea de un poema de Rumi. Y lo que se dice es marginal comparado a la transmisión silenciosa que tiene lugar en presencia del maestro, la forma más elevada de enseñanza según Buda (recuerda el episodio de la flor y de la sonrisa de Buda), Ramana Maharshi, Atmananda, Jean Klein, etc…Y sin embargo esta enseñanza silenciosa es cuidadosamente ignorada por muchos maestros contemporáneos, tanto budistas como advaita, porque no pueden hablar de una experiencia que no es la suya, aunque proclaman enseñar la misma realización no dualista como la de aquellos ilustres maestros. En última instancia, según la fórmula de Atmananda, la verdad tiene que ser oída “de los labios del gurú” para que ocurra su apercepción. Meras conversaciones a través de internet no completarán el trabajo. En el mejor de los casos, pueden transmitir una “muestra” del gozo sin causa de nuestra verdadera naturaleza, que resonará en el corazón de los que tienen “ojos para ver y oídos para oír” la Verdad que no puede ser pronunciada.
Con afecto,
Francis
Traducido por Carmen Areitio
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