¿Hay consciencia en ausencia de percepciones? - Francis responde - 60

Francis Lucille

Francis, tú dices: “Después de un cuidadoso escrutinio descubrirás que la consciencia existe tanto en presencia de la mente (como su testigo) como en su ausencia (como la base continua de todas las percepciones)” ¿Estás definiendo las percepciones y la mente como experiencias diferentes o como diferentes niveles de experiencia? Cuando dices mente ¿quieres decir sólo pensamiento? Me parece que cuando estamos despiertos nunca se produce la situación de “no ser testigo”. Cuando estamos despiertos nunca hay “no objetos”. ¿No es el estar despierto necesariamente lo mismo que ser testigo de los objetos y experiencias que surgen? Si el ser testigo y los objetos pueden cesar espontáneamente cuando estamos despiertos, eso significaría que a veces estaríamos completamente inconscientes del mundo. ¿Es así? El único momento en el que parece que la mente o las percepciones desaparecen es durante el sueño profundo. En el sueño profundo parece no haber observación (ser testigo). Pero hay consciencia en ausencia de experiencia. O ¿es la “ausencia de experiencia” durante el sueño profundo, una experiencia que es observada? ¿Se me escapa algo o estoy complicando algo que es simple? Gracias por tu respuesta, Francis. Felipe

Querido Felipe,

Todas tus preguntas giran alrededor de la experiencia de la consciencia pura sin objetos. Mi definición de mente es aquello que es percibido objetivamente en la experiencia humana: pensamientos, sueños, sensaciones corporales, sentimientos, percepciones sensoriales externas. De hecho la mente es un concepto, una inferencia: no la experimentamos directamente, sólo experimentamos percepciones, “mentaciones”. Tienes razón cuando dices que el estado de vigilia implica el surgir de objetos y experiencias (mentaciones) y su observación. Sin embargo esto no excluye la posibilidad de la experiencia de la consciencia sin objetos. Si hay tal apercepción, debe ser ajena al estado de vigilia. De hecho debe suceder fuera del espacio y del tiempo. Como no hay percepciones durante esta apercepción, y como la mente sólo puede memorizar percepciones (las memorias son percepciones), no habrá un recuerdo objetivo de ella. Visto desde el punto de vista de la mente, tal experiencia aparecerá como un “hiato” sin duración, de la misma forma que al despertamos de una anestesia, parece que todo el procedimiento médico ha durado solo una fracción de segundo, nada, cero segundos. Durante esa experiencia no hay duración. El sentido de duración requiere la presencia de objetos en evolución y sus memorias. Tendemos a negar la realidad de una experiencia instantánea de este tipo.

¿Experimentamos tales apercepciones instantáneas? Consideremos la siguiente situación: pensamos en un elefante rosa (pensamiento 1) y después surge otro pensamiento: Qué pensamiento tan raro, pensar en un elefante rosa (pensamiento 2). El pensamiento 2 no es la continuación del pensamiento 1. Algo ha sucedido entre los pensamientos 1 y 2, un acontecimiento que podríamos formular diciendo “De repente me dí cuenta de que estaba pensando en un elefante rosa” ¿Cuándo sucedió este “me dí cuenta”?. Obviamente, no durante el pensamiento 1, porque entonces éramos conscientes del elefante rosa, pero todavía no éramos conscientes de ser conscientes de un elefante rosa. Tampoco durante el pensamiento 2, porque el “darse cuenta” tuvo que ocurrir antes del pensamiento que lo describe. Tenemos que concluir que ni el pensamiento 1 ni el 2 estaban presentes cuando sucedió este reconocimiento. Esta discontinuidad de nuestra experiencia perceptiva es más que un simple intervalo durante el cual no ocurre nada, no se trata de un pensamiento que queda provisionalmente suspendido y que reaparece sin cambios significativos cuando acaba el intervalo. Sino un cambio real durante el cual una transformación importante ha tenido lugar en la mente.

¿Qué estaba entonces presente en ausencia de la mente? Obviamente yo, la consciencia, estaba presente; durante este “hacernos” conscientes, nos hicimos conscientes de nuestra observación del pensamiento. La discontinuidad de lo percibido establece la continuidad de la consciencia que percibe. Este vacío objetivo era plenitud subjetiva. No cambió nuestra identidad durante este cambio. La observación del objeto se disolvió en la observación del observador. Te darás cuenta de que estos cambios son de hecho muy frecuentes en nuestra experiencia ordinaria. No los notamos porque no dejan huellas en nuestra memoria. Cojamos algunos ejemplos más para que consideres: la comprensión de un chiste o de una línea de razonamiento compleja, el repentino final de un sueño nocturno al despertarnos, el sentirnos repentinamente movidos hasta derramar lágrimas por un acto de compasión que observamos, o por la belleza de una obra musical.

Sin embargo, al regresar a la percepción objetiva ordinaria, creemos que el cambio ocurrió en la mente, a pesar de la que la mente estaba, de hecho, ausente durante la apercepción y no pudo haber sido su testigo. La mente es en este caso alguien que pretende ser, un testigo falso al que le cuesta entender su propia ausencia. Esta creencia de la mente recoloca falsamente esta apercepción en el tiempo y la confina a una mente limitada. Esta es la raíz de la ignorancia.

Si, apoyándonos en nuestra propia experiencia, seguimos esta línea de razonamiento y la comprendemos, estaremos abiertos a la posibilidad de que la consciencia tiene su morada más allá de la mente, más allá del espacio y del tiempo, y que por lo tanto es real y eterna. Nuestra atención será atraída una y otra vez a este vislumbre hasta que moremos conscientemente en la consciencia infinita, tanto en presencia como en ausencia de mentaciones.

Con afecto,

Francis

Traducido por Carmen Areitio

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