Cuando la meta, la felicidad, se ha perdido de vista, está la práctica, el trabajo, el “permanecer con”, el “notar”. No está mal, porque eventualmente restablecerá el perfume de la Presencia, la felicidad. A veces doy este consejo al que todavía cree que un hacedor.
Pero esto puede llevar tiempo, mientras que el perfume ya está aquí, en el propio deseo del momento, como su fuente. Si en un momento dado no estoy motivado para encontrar la verdad, sino para ver una película con mis amigos, ¿debería quedarme en casa observando que los pensamientos surgen y desvanecen, o debería unirme a mis amigos en el cine? Mi consejo es: apégate a tu felicidad, tu entusiasmo, tu libertad, sabiendo que tu felicidad no está en la película, sino en tu misma libertad. Sigue tu gozo y no al predicador que te dice que te quedes en su pequeña iglesia, porque tu iglesia es mayor que este universo, y todos los cines están en ella.
Tu primer deber es ser feliz, no trabajar para ser feliz.
Traducido por Carmen Areitio
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