Estimado Francis, Gracias por responder a estas preguntas, lo aprecio mucho. Durante la meditación me he encontrado con una situación en la que me relajo profundamente y casi no tengo sensaciones corporales o pensamientos. Entonces surge la pregunta: ¿quién soy yo? Y la pregunta parece disolverse; parece absurda, sin sentido, como si “yo” fuera un concepto sin referente real. Te he oído explicar que esto podría ser solo otro objeto llamado vacío (pensé que este podría ser un ejemplo porque el sentimiento “yo” regresa después de un rato). Otras veces, tengo un sentimiento espontáneo de expansión, alegría y satisfacción sin motivo particular; sucede a veces en la naturaleza, y también en ese caso no hay un sentido particular de yo. Tengo dos preguntas: 1) Hay una experiencia (ocasionalmente) de disolución de ciertas fronteras artificiales y una gran apertura, pero no el sentimiento afirmativo de “soy pura consciencia, esto lo que realmente soy” ¿Estoy atascándome en algún sitio? 2) ¿De qué manera puede uno ir más allá del objeto vacío (si eso es de hecho lo que está pasando, no estoy segura) durante la meditación? Con gratitud, Eleonora
Estimada Eleonora,
Lo que se desprende de tus preguntas es que hay un sentido residual de carencia durante tu meditación. Falta la experiencia del referente real del yo, que es la paz y satisfacción absolutas. La alegría y satisfacción sin causa que es experimentada ocasionalmente, es mucho más cercana al blanco. Agárrate a la experiencia pura de este gozo, te lleve a donde te lleve, sin permitir que ningún objeto o fenómeno se interpongan, estando abierta a la posibilidad de que es un rayo emanando de la presencia interior de Dios, que es también tu verdadera presencia.
La experiencia de estar estancado en estados de vacío es frecuentemente encontrada en los yoguis que practican la meditación por su cuenta o sin la ayuda de un verdadero Karana gurú. No hay demasiados violinistas autodidactas que lleguen a tocar en nuestras salas de conciertos, y posiblemente todavía menos buscadores autodidactas que lleguen a establecerse en su estado natural, a pesar de lo que ellos digan o sostengan. Vivimos en una era de gratificación instantánea, pero la realización del ser requiere seriedad y dedicación absoluta. Unas cuantas visitas ocasionales hechas a unos cuantos maestros a medio cocer, el conocimiento e incluso la comprensión adquiridos a través de libros o en la web no serán suficientes. Sé por experiencia “propia” que la forma más fácil de ir más allá del objeto vacío es la presencia de un maestro que está bien establecido en el Ser. Llega un momento en el que el buscador está preparado en este vacío. Entonces algo que el maestro dice, o el tono de su voz, o una sonrisa, o un gesto, o un pájaro que canta en la distancia pueden ser el último instrumento de la gracia que resuena en el corazón del discípulo y disuelve los nudos que quedan. A veces tampoco hay un momento de transición que la mente puede recordar. Uno se siente inmerso en esta inmensidad, mejor dicho, perdido y encontrado como esta inmensidad, que es también la fuente de donde emana la enseñanza. Es difícil transmitir con palabras la dulzura, el perfume, la certitud absoluta de esta experiencia. Cualquier experiencia menor dejará al buscador de la verdad insatisfecho, sin haber eliminado la carencia fundamental. Después de esto, el establecimiento del discípulo en la felicidad de su naturaleza verdadera, con la ayuda del maestro, es un despliegue espontáneo.
Con afecto,
Francis
Traducido por Carmen Areitio
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