Estimado Francis, te he oído decir que gozo, paz, entusiasmo y otras cualidades divinas similares surgen de la “consciencia percibiéndose a si misma”, o para usar otras palabras con las que espero que estés de acuerdo, de lo Divino experimentándose a Si mismo. La afirmación, “Yo y mi Padre somos uno”, parece expresar esta experiencia, en la cual el sabio, conociendo su verdadera identidad, ve que él es de hecho el Divino experimentándose a si mismo en sus infinitas variaciones. Tal y como yo lo entiendo, este estado es descrito en la tradición mística cristiana como el estado unitivo, que sigue a los estados purgativo e iluminativo. En el estado unitivo el sabio está firmemente establecido en su verdadera identidad, y de esta manera experimenta el sufrimiento, los acontecimientos fenoménicos y toda experiencia como si fueran el propio divino. Recientemente he leído a diversos maestros que hablan muy claramente y con vehemencia de un estadio más allá de este, en el que el experienciador divino - el yo que proclama: “yo y mi padre somos uno” - desaparece, con lo que se extingue cualquier experiencia del Divino. Esto ocurre porque el yo que experimenta al Divino y sus numerosas cualidades desaparece, y por lo tanto ambos, el experimentador y la experiencia desaparecen. Lo que queda está más allá de toda descripción o comprensión humana, siendo ambas dependientes de la experiencia. Deja de existir un “yo” – ya sea divino o no – para experimentar el Divino. Se dice que este estadio final ocurre después de los periodos habituales de iluminación y estabilización en el estadio unitivo, y que no surge mediante el esfuerzo, dado que el estadio unitivo no conlleva absolutamente ningún sentido de carencia. Déjame primero explicar que la razón por la que escribo esta larga y quizás inapropiada pregunta es que la noción del sabio tal como la he descrito – el estadio desde el que se origina la afirmación “yo y mi Padre somos uno” –me parece todavía fragmentario e incompleto. Esto es así porque aunque este estadio consiste en lo Divino experimentando lo Divino, las experiencias del sabio son todavía solo eso: experiencias. Hay un experimentador que esta ahí, separado de la experiencia. Este experimentador relata estas experiencias, las aclara para los demás, etc. Y no importa cuan transcendente, ninguna experiencia dura. Ya sea gozo, entusiasmo, inspiración, compasión, infinitud, gloria, u otras cosas similares que emergen de lo Divino experimentándose a si mismo, ninguna experiencia dura. Mientras el sabio puede experimentar activamente que el núcleo de su ser es la consciencia en la que se disuelven todas las experiencias, su naturaleza divina está todavía localizada y limitada a algo que experimenta la Totalidad, el “Padre”. La propia afirmación “Yo y mi Padre somos uno” contiene todavía dos: el Padre, y el “yo” que discierne esta unidad. Bernadette Roberts, que habla de este estadio más allá como la “experiencia de no-yo (no-self)”, lo expresa de esta manera: “La ilusión es la creencia que la experiencia del divino ES el divino. Aunque la experiencia más profunda de la que es capaz el yo (self) ES la experiencia del divino, esta experiencia no es el divino. En contraste a esto, la experiencia más auténtica del yo o la consciencia del divino no es una experiencia, podríamos decir es una no-experiencia. Esto significa que al final nuestra experiencia de lo divino resultará haber sido la experiencia de nuestro más profundo yo (self). Así que la última ilusión desconocida que desaparece es la revelación que toda experiencia humana de lo divino es solo el yo (self) inconsciente. Y si eliminamos toda consciencia o yo (self), toda sus experiencias divinas desaparecen con el. Lo divino tal y como existe mas allá del verdadero yo (self) inconsciente nunca puede ser experimentando por ningún yo (self) o consciencia porque, sencillamente, el yo (self) o la consciencia no es igual a él, ni está a su altura. La ilusión última es, entonces, confundir el yo (self) con el divino o creer que nuestras experiencias de lo divino SON lo divino. Por supuesto, intelectualmente sabemos que lo divino no puede desaparecer. Pero como experiencia lo divino puede ciertamente desaparecer – esta experiencia está bien documentada particularmente en la experiencia cristiana del no-ego. Sin embargo lo que desaparece no es el divino, es la experiencia del divino. La experiencia desaparece porque no es divina. Resulta que la experiencia de lo divino es solo yo (self) o consciencia. Así que el más profundo inconsciente verdadero yo (self) ES la experiencia de lo divino, o lo divino en experiencia. Esta experiencia NO ES, sin embargo, el divino. Lo que desaparece entonces en la experiencia del no-yo (no-self.) no es lo divino, sino el inconsciente yo verdadero que pesamos que era lo divino La sorprendente revelación de la experiencia del no-yo (no-self) es justo esta: que todas nuestras experiencias del divino son solo experiencias de nuestro yo (self), y que todo el tiempo lo divino tal y como existe mas allá del yo o la consciencia ha sido no-experiencial. Aunque el divino ha sido la causa de nuestras experiencias, las experiencias en si mismas (es decir los efectos) no eran el divino”. Otro maestro al que he oído expresar este estadio es U.G. Krishnamurti, que define la realización como el darse cuenta “para uno mismo (yourself) y por uno mismo (yourself) de que no hay un uno (self) que realizar”. Todo esto suena completamente distinto de cualquier cosa descrita comúnmente en el advaita. Soy muy consciente de que diversos maestros utilizan distinta terminologías y como consecuencia se produce mucha confusión. También sé que los maestros hablan a sus estudiantes de acuerdo con el nivel de compresión de los alumnos. Escribo porque tuve una experiencia en la que no había Dios, gozo, amor, o cualquiera de esas cosas, y aun así sé que era la realidad final y más verdadera. Estaba completamente más allá de cualquier descripción. Palabras como “gozo” e “infinito” pertenecen todavía al ámbito de la experiencia, y parecen casi absurdas. Ciertamente, para mi, Dios, gozo, amor e infinitud solo han existido como experiencias – que van y vienen – y por lo tanto nunca han sido suficientes como verdad final. Parecen vacías, como conceptos o memorias. Soy plenamente consciente de estar “cavando pozos superficiales en todas partes, en vez de uno solo profundo”, no pido algún tipo de reconciliación entre el “advaita” estándar y las afirmaciones de la Sra. Roberts. Simplemente, por alguna razón, me sentí obligado a escribir esto. Me siento atraído por una verdad innegable que no puedo ignorar. Seguiré este rastro. Se que las palabras pueden ser obejto de debate y contemplación sin fin. Mi intención es ir más allá de ellas, hasta donde no hay conceptos ni creencias, ni el correspondiente debate o dudas. Al final, supongo que hay solo una Verdad final que no puede ser dudada. Muchas gracias, Francis. Aprecio profundamente tu tiempo. Espero que este mensaje no parezca presuntuoso, y que no fuese difícil de seguir. Dios te bendiga, ahora y siempre, Jay
Estimado Jay,
El gozo es paz en movimiento y la paz es gozo en quietud. Son inseparables. Gozo-paz es la experiencia del Ser conociéndose a si mismo. El gozo objetivo es la experiencia del ser conociéndose a través del velo de los objetos, como ver la luz del sol a través de la trama de un tejido ligero. El gozo-paz absoluto es como ver el sol directamente. Es una experiencia atemporal y no mental. Hazte la pregunta: ¿Puede alguna otra cosa que no sea Dios conocer a Dios? Y, más aún: ¿Hay realmente alguna otra cosa salvo Dios?
Con afecto, Francis.
Traducido por Pedro Brañas
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